sábado, 16 de abril de 2005

Ambos mundos



- Oiga, perdone ¿me podría decir por donde cae el café Ambos Mundos?
- ¿Se refiere al antiguo café Ambos Mundos?
- Sí, vamos, al de siempre. Es que sé que estaba por aquí, pero no lo encuentro
- Creo que ese café lo cerraron hace ya mucho tiempo.
Hace varios años abrieron otro establecimiento con el mismo nombre, en la calle de detrás de ese edificio
- Es que yo soy de León y estuve haciendo las milicias aquí en el año 51. Me hacía mucha ilusión ir a ese sitio. Mi mujer y mi hija se han quedado viendo el joyero de la Virgen, que ya es la tercera o cuarta vez que lo ven. ¿Pero no sabe usted dónde estaba el Ambos Mundos o qué comercio hay ahora allí?
- Pues no le puedo decir. Pregúntele a alguna persona mayor, que seguro que le sabrá indicar.
- Muchas gracias

Esto me ocurría hoy a las cuatro de la tarde en el paseo Independencia de Zaragoza. El hombre tendría cerca de ochenta años. Vestía una típica gabardina beis, pelo blanco engominado para atrás y gafas de sol. Quería tener la ilusión de encontrarse con ese sitio, o al menos saber dónde estaba, y ver lo que hay ahora. Quizá sabía que en el Ambos Mundos Ramón Acín le prometió financiar una película a Luis Buñuel si le tocaba la lotería, como así fue. Era un sueño que se cumplió.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que triste y bonito a la vez.
Que duro e intenso es volver a las ciudades "vividas", viene a ser como hacer camping en el viejo comedor de la vieja casa de los padres.

Javier Burbano dijo...

Es triste comprobar que ya no existen las cosas que tú recuerdas, aunque a veces prefieres conservarlas melancólicamente en tu cabeza para acudir a ellas cuando quieras. A veces miras una puerta y tu mente abre y recorre las estancias, ríe y se estremece, contempla desde una ventana o espera una presencia. Nos gusta encontrarnos con los momentos felices.

MarthePG dijo...

Te soy sincera si te digo que éste es uno de los posts que más me han gustado. Triste por una parte, como bien se ha comentado, por el hecho de volver (el hombre) y tener la ilusión y esperanza de recordar momentos pasados, que se entienden buenos.
Y tiene también algo de melancolía, y de viaje en el tiempo. Como si todo se hubiera quedado igual que la última vez que pisó la ciudad.

Un beso.

AguR dijo...

Volver a un lugar querido y pretender que todo siga igual es un acto de egoísmo supremo. Si llegó a querer ese lugar no sería por su decoración, ni por su ubicación. Sino por aquellas tertulias interminables envueltas en denso humo azul, por aquella muchacha que le llevó al cielo y después le rompió el corazón, por aquel niño desdentado que entraba todos los días a vender lo que encontraba por la calle... y todo eso no puede permanecer inmóvil. Más que en sus recuerdos...