jueves, 12 de mayo de 2005

La cerrazón de la sinrazón



Ayer tarde estuve en el velatorio del padre de un amigo. Era un hombre muy mayor, pero poseía una gran energía y unas tremendas ganas de hacer cosas y sentirse vivo. Desde muy joven sintió la vocación militar, y el espíritu aventurero y enfervorecido del momento le llevó a enrolarse en la División Azul, profundamente convencido de la noble misión a realizar en la lejana Rusia. Se fue, como tantos otros, y allí descubrió un pueblo, una gente y una cultura que le fascinaría hasta el resto de sus días. Se dio cuenta del horror que se estaba cometiendo contra muchos millones de personas por el hecho de querer conquistar un país a sangre y fuego. Confraternizó con el pueblo ruso y más tarde escribiría algún libro sobre sus recuerdos de allí. Él siguió un sueño creado en sus pensamientos y se topó con un mundo que le volvió crudamente a la la realidad. Adolf Hitler creó en su mente otra verdad incuestionable, que era la supremacía de su raza aria sobre todas razas de este mundo. El pueblo alemán estaba destinado a gobernar la tierra en un III Reich basado en la doctrina del nacional-socialismo. Toda "infraraza" tendría que ser aniquilida sin contemplaciones, al igual que las personas con ideologías diferentes a la del régimen. Hoy he querido ver la película El hundimiento, que trata acerca de los últimos días de Hitler en el bunker de Berlín, justo antes de perder la guerra. No hay cosa peor que el convencimiento ciego de que se tiene la verdad absoluta y que se debe de alcanzar a cualquier precio. Hitler tenía la plena seguridad de que los judíos, los comunistas y los diferentes partidos que había antes de su llegada al poder, eran los causantes de la ruina del pueblo alemán, además de las asfixiantes compensaciones por la primera guerra mundial. Su pueblo le siguió fielmente con la esperanza de volver a tener el orgullo de antaño que le quitaron el Tratado de Versalles y la interminable crisis económica. Al final se descubrió al monstruo megalómano, capaz de cometer todas las atrocidades de este mundo con tal de conseguir su fin.
Recuerdo que conocí hace años en Austria a un joven que se parecía muchísimo a Hitler, incluso había nacido en un pueblo no lejano al suyo. Sus facciones eran muy parecidas, incluso los gestos te lo recordaban tremendamente. Tenía complejo de parecerse a un personaje atroz, y cuando saludaba a alguien intentaba no mirar a los ojos para que no le recordaran esa realidad tan evidente. Era muy retraído y tan apenas hablaba. Su gran parecido le hacía no querer destacar. Quizás a mí me habría pasado lo mismo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

El verdadero misterio no reside en cómo llegan esas ideas a la cabeza de un ser humano, sino en cómo obtienen el apoyo de un pueblo entero. Además de un pueblo culto como el alemán.

Le oí decir a Mariano Constante que Alemanía tuvo la culpa de eso, que no se puede olvidar que el 80% de la población tenía el carnet que certificaba su pertenencia al partido nazi. Y lleva razón, somos responsables de lo que elegimos. No deberíamos excusarnos en que nos engañan. Si somos mayorcitos para votar, también para hacernos responsables de lo que elegimos como pueblo.

Anónimo dijo...

Vaya ya veo que te has tomado en serio lo de escribir "algo más" :o)

Anónimo dijo...

Hitler había creado en su mente...capaz de cometer las peores atrocidades...bla..bla..bla.
so puros cuentos como el holocuento inventado por la propaganda de los vencedores. La verdad es si no hubiera sido por las veintiun millones de bajas entre muertos, heridos y prisioneros que le infligieron al ejercito rojo, la guerra fría después de 1945 hubiera sido mucho peor para el mundo libre porque los comunistas hubieran conquistado también la parte occidental de Europa y el que domina Europa domina el mundo dice el dicho, ¿ o es que los bolcheviques y sus genocidios son un invento de Hitler?? ; le debemos la libertad a el, el personaje mas grande de la historia.