lunes, 6 de marzo de 2006

Nuevos ciudadanos




















Hasta hace muy poco tiempo creí que mi ciudad estaba compuesta por un grupo muy homogéneo de gente con una cultura similar salpicada con algunas personas exóticas que le daban un toque enriquecedor. De cinco años a esta parte más o menos han empezado a llegar oleadas de gente de distintos países y culturas y la ciudad ha empezado a asimilarlas con un poco de reticencia, todo hay que decirlo, pero hay un caso que me llama la atención. Hay una chica del África subsahariana que vive en una calle junto a la mía. Tiene una niña pequeña y es feliz viviendo aquí. Lleva a su niña de piel como el ébano al colegio de los chicos con los padres oriundos de aquí, en lugar de llevarla al de los inmigrantes, que está justo enfrente. Es una niña regordeta y simpática, como su madre, y sonríe sin miedo a cualquiera que detenga su mirada ante la gracia que tiene. El año pasado salió un día a la calle vestida de sevillana, contentísima con su vestido de lunares, esperando que le dijeras lo guapa que estaba. La madre estaba radiante con su hija y yo estaba contento de tener tan buen vecindario.

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