Está a punto de levantarse el telón de la Expo 2008. Han sido dos años y medio de trabajos para levantar una Expo como la de Zaragoza en un tiempo record. Se han superado todos los contratiempos del mundo y los beneficios para la ciudad han sido impensables hace unos años. Después de todo esto empieza a haber un antes y un después. En la ciudad han vivido unas cuantas generaciones que han tenido grabado en el inconsciente el derrotismo de una ciudad arrasada y diezmada durante la guerra de la Independencia, con los mejores edificios destruidos y sobreviviendo entre ruinas durante décadas. Lo que había sido una ciudad llena de bellas construcciones admirada en su época se convirtió en un amasijo de ladrillos y más de 50.000 muertos. Durante mucho tiempo se ha tenido un pensamiento austero y combativo contra cualquier intento de sobresalir en algo, quizás recordando demasiado el "polvo somos y en polvo nos convertiremos". Desde hace poco tiempo Zaragoza está aprendiendo a motivarse y confiar en sí misma, sin pensar que todo lo bueno tiene que estar fuera de aquí. Por fin vino la Expo con todas las cosas buenas que ha traido. Y son para quedarse aquí.
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