miércoles, 1 de marzo de 2006

Viaje en autobús por la ciudad




















Subió en la parada del autobús un anciano de rostro afable; llevaba una bufanda oscura que le rodeaba el cuello y un bastón de boj del pirineo bellamente labrado. Una muchacha se levantó sonriente para cederle su asiento. "No hace falta, muchas gracias, me bajo pronto", contestó complacido el anciano y, movido por un impulso de agradecimiento, sin saber por qué, le dio un delicado beso en la mejilla. Ella, como un resorte, rodeó con sus brazos al abuelo y empezó a llorar amargamente. Tenía un dolor profundo e intenso que la atenazaba. A los pocos segundos recuperó su entereza mientras aquel hombre le preguntaba con la mirada en qué la podía ayudar. Tan apenas pudo suspirar un "perdón", volver a sentarse en su sitio y mirar avergonzada por la ventanilla. El anciano se sentó con el corazón encogido en la otra fila de asientos, en dirección contraria, conmocionado por el dolor de la que podía haber sido su nieta. Yo me bajé en la parada siguiente.

3 comentarios:

Javier Burbano dijo...

Digamos que es casi todo real, como la vida

Anónimo dijo...

Hermosa historia.

Anónimo dijo...

Hola Javier, Por casualidad llegué a tu blog y me encantó. Soy de Buenos Aires y escribo sobre los viajes en la ciudad, algo parecido a lo q leí acá..te felicito! seguí así.