
Después de una gran nevada, si continúa haciendo frío, se queda todo helado. En el corazón también nos pasa. Después de una fuerte desilusión se queda todo gélido, frío, sin ganas de latir. Apagamos con una manta protectora las llamas de los sentimientos que quieren volver a prender repitiendo 'eres muy sensible y no debes sufrir más. no te conviene ilusionarte. si no llegara a ser lo que tú esperas, se sufre mucho. mejor no empezar'. Primero se congela el corazón, luego se agarrotan los músculos y después nuestra mente se queda abotargada, sin capacidad de razonar ni de poner los sentimientos en su sitio. Nos empeñamos en que es un problema de batería y resulta que viene por el motor de arranque: la capacidad de creer en el amor.